7 abr 2014

La soberbia de la señora

Soberbia: altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros. Vanidad: arrogancia, presunción. La soberbia se define por el desprecio a los demás. La vanidad tasa los méritos propios de manera excesiva. El populismo dicharachero de Esperanza Aguirre siempre ha tenido más que ver con la soberbia que con la vanidad. La simpatía y desenvoltura de esta política madrileña no se fundan en la confianza que le merecen sus virtudes o en la necesidad de defender de manera rotunda y sin pelos en la lengua sus convicciones. Más bien se trata de una soberbia natural, esa que siente la dueña de un cortijo cuando habla con sus criados.

Esperanza Aguirre es una mujer literal, no genera incertidumbre, no se escuda en la pátina mentirosa de la política. Sus actitudes se acercan en cada momento a una definición palpable de la realidad. Si abandona el disfraz de la solemnidad es porque vive con la energía secular de una estirpe que no necesita justificar el origen de su poder. España y Madrid son un cortijo. España y Madrid pertenecen por nacimiento a una casta, a una élite. Cualquier alternativa a lo establecido por la tradición es un atentado injustificable que no se debe tolerar. ¿Ustedes qué se han creído? Cuando la señora Ama de un latifundio da explicaciones, no necesita argumentos, excusas, motivos. Basta con la propia desfachatez de su existencia.

España es un cortijo. Nunca se ha visto razonable que una pareja de guardias civiles le pidan a un cacique la licencia de caza cuando pasea la escopeta nacional por sus propiedades. ¿Qué es la autoridad legítima? El orgullo civil de un pueblo que quiere vivir en condiciones de igualdad. La autoridad puede convivir con la vanidad, con la fatuidad ridícula de algunos padres de la patria (expolíticos, experiodistas, financieros…). Abundan en esta Corte de los milagros. Pero la autoridad democrática es incompatible con la soberbia de los que se creen dueños de una nación por derecho de nacimiento y de clase.

Recuerdo Los santos inocentes (1981), la maravillosa novela de Miguel Delibes, un retrato perfecto de la vida de cortijo en la Extremadura de los años 60. Mario Camus hizo en 1984 un peliculón con Alfredo Landa, Terele Pávez, Paco Rabal y Juan Diego. El señorito Iván hace y deshace a su antojo en la vida de Paco y Régula. Convierte las reglas en algo muy parecido a un capricho. Bajo la aparente cercanía, bajo las declaraciones de afecto, no hay más que soberbia y derecho de posesión. Con una buena peluca rubia, Juan Diego clavaría a Esperanza Aguirre.

Doña Esperanza es una mujer literal. Pone en evidencia lo que sus compañeros de partido ocultan con la solemnidad desparramada y silábica de su hipocresía. Doña Esperanza se lleva la moto de la autoridad por delante. Cuando Mariano Rajoy afirma ante el Parlamento que no tiene nada que ver con las cuentas de su tesorero de toda la vida, se lleva también por delante la moto de la dignidad democrática de un país. Cuando Mariano Rajoy, María Dolores de Cospedal o Ignacio González no dimiten, después de visto lo visto y oído lo oído, se llevan muchas motos por delante y convierten a España en una monarquía bananera donde la política no tiene pudor y la vida pública se instala en la indecencia.

El mérito de doña Esperanza es que arrolla de forma literal la moto del guardia que se atreve a ponerle una multa por aparcar en un carril bus y en plena Gran Vía de Madrid. Y no es que luego se dé a la fuga con la policía detrás, es que cambia de olivo y de sombra en su cortijo. La calle, la ciudad y la nación forman parte de sus propiedades. A cualquier ciudadano se le pediría la prueba del alcohol por haber actuado así. Un cacique –digo yo- no necesita estar bebido para actuar de esa manera. Si los criados no aceptan el arreglo de la simpatía, aflora la soberbia.

Una mujer literal lo hace todo evidente. Esa ha sido la historia de Esperanza Aguirre. Llegó a la Presidencia de la Comunidad de Madrid porque dos diputados socialistas vendieron su voto para cambiar la decisión popular. Si las discusiones teóricas meditan sobra la privatización de la política en manos de los intereses económicos y sobre la pérdida de la soberanía popular, doña Esperanza aporta el ejemplo.

Ahora se discute también sobre una ley de seguridad ciudadana que humilla a la Justicia y sobre unas fuerzas del orden que parecen marionetas manipuladas por el poder. La soberbia de Esperanza Aguirre evidencia de forma clara qué significan la ley y la policía para el PP. Un último ejemplo de literalidad: la estrategia de criminalizar a las víctimas. La derecha española degrada la educación y convierte en culpables a los maestros, procura hundir la sanidad pública y acusa a los médicos, liquida los derechos laborales y responsabiliza de la situación a los trabajadores y a los sindicalistas. Pues bien, doña Esperanza humilla a unos guardias, arremete contra un moto, sale pitando en acto de clara desobediencia a la autoridad y dice luego que los pobres guindillas eran prepotentes y machistas.

Pese a las tristezas, Los santos inocentes es una novela que acaba bien. El señorito Iván se había pasado mucho al matar a la milana bonita, la grajilla de Azarías. El PP está matando muchas grajillas. Espero que las urnas den respuesta a su soberbia.

Los jóvenes de 26 años deberán acreditar falta de ingresos para no pagar la sanidad

A partir de los 26 años, quienes ya no estén cubiertos por la tarjeta sanitaria de sus padres, pero aún no hayan comenzado a cotizar, deben acreditar su falta de ingresos si quieren seguir disfrutando de la sanidad pública española. Así lo indica el nuevo Real Decreto aprobado por el Gobierno, que mantiene esta cláusula con respecto al texto anterior.
Así lo ha explicado el Ministerio de Sanidad a ELMUNDO.es, insistiendo en que este párrafo "no es ninguna novedad, se ha redactado prácticamente igual", y aclara que "todos los españoles están cubiertos" por el Sistema Nacional de Salud.
El párrafo del Real Decreto que no ha tardado en encender las redes sociales detalla que los mayores de 26 años que no hayan cotizado nunca deberán pagar la atención sanitaria que reciban "mediante el pago de la correspondiente contraprestación o cuota derivada de la suscripción de un convenio especial". Un portavoz del ministerio insiste en que esta cláusula se refiere a las rentas más altas, que deberán suscribir "un seguro de autónomo" si quieren seguir disfrutando de la sanidad sin haber cotizado.
Para las rentas más bajas, una vez cumplidos los 26 sin haber cotizado nunca, deberán acudir a la Seguridad Social en busca de un certificado que acredite su falta de ingresos para poder seguir disfrutando de su condición de 'beneficiario de un asegurado' (a cargo de sus padres). La medida afecta a miles de estudiantes o quienes opten por preparar una oposición y cumplan los 26 años sin haber cotizado nunca a la Seguridad Social; "algo que ya ocurre en la actualidad", mantiene Sanidad.
Preguntado por ELMUNDO.es, el ministerio que dirige Ana Mato ha precisado además mediante un correo electrónico que "todos los españoles y extranjeros con situación regularizada pueden tener la condición de asegurado por la vía del apartado 1 del artículo 1 del Real Decreto Ley 16/2012 (no superar el límite de ingresos determinados reglamentariamente). Todos están cubiertos".
El texto legal detalla que tendrán derecho a la asistencia sanitaria gratuita en nuestro país únicamente aquellas personas que ostenten la categoría de 'asegurados' (o beneficiarios de un asegurado, es decir, cónyuge e hijos). A saber, trabajadores afiliados a la Seguridad Social, pensionistas o quienes hayan agotado la prestación por desempleo y figuren como demandantes de empleo. Quienes no entren en ninguna de estas categorías, deberán "acreditar que no superan el límite de ingresos determinado reglamentariamente".
El Foro Español de Pacientes ha pedido a la clase política "que muestre una mayor empatía por la condición de vulnerabilidad económica y social que supone la condición de paciente, especialmente en una situación de perdida de ingresos económicos en las familias españolas y especialmente en aquellas en las que hay personas enfermas". En este sentido, recuerda que "el hecho de ser paciente no es una condición deseada por las personas y que nadie está exento de padecer una enfermedad