De no ser por su alcalde del PP que es un visionario, Sevilla habría
acabado muy malamente. Distraída con sus tapitas de mojama y de
espinacas con garbanzos, con su Feria de Abril y su Esperanza Macarena,
la gente ha vivido ajena al peligro de convertirse en una “ciudad sin
ley”, algo así como Dodge City pero con Torre del Oro y sin Errol Flynn
pegando tiros. ¿Los culpables? Esos malditos pobres que lo ponen todo
perdido.
Como se ha dicho aquí alguna vez, lo de los pobres es una plaga
bíblica que Moisés debió de enviar a los egipcios junto con las
langostas, y si la Biblia no lo menciona es porque no sería
políticamente correcto y por la censura de la época, que era casi tan
férrea como la de Telecospedal . Con los pobres hay que estar muy
atentos porque se reproducen como conejos, y ni les puede echar al arroz
ni se les puede enviar a pasar el plumero a Fukushima como han hecho
los japoneses para matar miles de pájaros de un tiro.
Los pobres y los mendigos de Sevilla tenían la fea costumbre de
rebuscar en los contenedores de basura para encontrar comida, algo
insoportable para una ciudad que tiene un color especial, una lunita
plateada y que huele a azahar y a bosta de caballo, sobre todo al lado
de la Giralda. Consciente de la amenaza que representaban, Juan Ignacio
Zoido ha establecido multas de 750 euros para los desaprensivos que
traten de alimentarse con los desechos de los demás, no vaya a ser que
se intoxiquen, haya que atenderles y además nos cueste dinero.
La medida puede parecer partidista, ya que con la basura que existe
en el PP lo normal es que estos amantes de los detritus se concentrarán
junto a sus sedes en busca de las sobras o, por lo menos, de alguna
adjudicación pasada de fecha. Pero eso sería no conocer a Zoido, que fue
juez y de justicia entiende un rato. No se trata de evitar que los
pobres hagan desaparecer la mierda del partido porque de eso ya intentan
ocuparse sus propios dirigentes con inaudita presteza.
Zoido es un gestor de tomo y lomo y es consciente de que el problema
de la pobreza sólo se arregla con mano dura y no con más gasto en
servicios sociales. Hasta ahí podíamos llegar. El dinero de los
sevillanos está para otras cosas, bien sea para pagar al ABC medio
millón de euros a cambio de una página web chulísima, para promocionar
también en el ABC un partido de fútbol entre el Sevilla y el Betis, del
que apenas se había oído hablar en la ciudad, o para promover una
Operación Talento entre ‘triunfitos’ locales con galas y grabación de
maqueta incluida a razón de 23.000 euros anuales.
No está claro si a los mendigos se les permitirá pagar la multa con
visa, dada la susceptibilidad que existe entre la población con eso de
las tarjetas, especialmente con las de Bankia. Nadie te asegura además
que el pobre no sea Rato, que después de pagar la fianza de tres
millones estará tieso y si viaja a Sevilla quizá le entre hambre.
Sin embargo, el problema no tardará en presentarse ya que hay pobres
que para escapar a las ordenanzas municipales son capaces de no llevar
ni mil euros en la cartera. O el alcalde le echa imaginación y autoriza,
por ejemplo, el pago por móvil o alguno de estos tunantes se le marcha
vivo a otro contenedor.
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