Avanza don Mariano serio, decidido y firme. Rápido.
Tanto, que lleva a algunos de su séquito forzando un paso ligero al que
parecen no estar acostumbrados. Habla con alguien a su derecha, o, por
precisar, el caballero de su derecha le habla a él. Hay miembros de
seguridad que comprueban que el grupo de personas que velozmente hace su
entrada en el edificio donde se reúne el Consejo Europeo
lleva visible su tarjeta de identificación. Rajoy sigue avanzando, pasa
ante la prensa y saluda. No se detiene, no vaya a ser que ese grupo de
indeseables haga su trabajo y le pregunte algo que no sepa responder, o
simplemente le pregunte algo, que menudos son.
Pero de repente sucede algo imprevisto, inusual, insólito: uno de los ciudadanos supongo que funcionarios policiales que se encarga de la seguridad, manda parar a Mariano Rajoy, al mismísimo Primer Ministro del Reino de España y, apoyado por otro compañero, le solicita amablemente que coloque su identificación en lugar visible.
No ha hecho nada más, ni preguntar quién es ni exigir que se
identifique. Parece que hay nervios entre el séquito presidencial, y
alguien explica en voz alta que es el Primer Ministro español.
No es muy habitual, ciertamente, pero tampoco debería resultar extraño:
humanos son los agentes y rigurosos también en las exigencias de su
oficio, más aún cuando su clientela son los líderes de Europa y
cualquier fallo puede derivar en sonoro y hasta dramático error.
Pero, ¿y si el agente tuviera sospechas de que el señor de la barba
acaba de vivir un registro en su casa que ha localizado pistas de
presuntos delitos? ¿O de que un amigo suyo está en la cárcel por corrupción?. Seguro
que sería estricto con él, ¿verdad?. O podría ser conocedor del rigor
con que blinda el señor las fronteras de su patria, o el que aplica a
quien critica sus decisiones, y actuar según ese criterio. Y hasta
podríamos especular con que pueda estar influido por la costumbre ahora
extendida de exigir documentación y capacidades a algo tan libre como la
música callejera.
Pero no creo que haya nada de eso. Son sólo hipótesis de juego dialéctico. El policía hace su trabajo y punto.
Aunque pueda quedar en el aire una duda: a ver si va a tener información
que desconocemos y ha actuado según el protocolo de su oficio ante la presencia de alguien que oculta algo.
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